NoticiaColaboración La madre Publicado: 08/11/2019: 5797 El periodista Manuel Montes aborda la figura materna como centro de la familia. Dice un buen amigo que soy una persona que escribe lo que ve cada día. Un observador de la realidad. Hasta ahora nunca había parado en este detalle. Pero puede que lleve razón. Desde siempre he mirado a mi alrededor y he intentado teatralizar la vida de los desconocidos. Lo hago cada vez que tengo un rato para observarlos. Eso me ha permitido llenar muchas horas de espera obligadas por mi profesión y por mi inveterada costumbre de llegar muy pronto a las citas. Solo hay que ver la salida de un grupo de niños de un colegio, o una abuela rodeada de sus nietos, o la consulta de los médicos, o un hospital, o una prisión. La presencia de la madre ilumina la escena, la llena de ternura y de auténtico amor. La madre es el centro de la familia. Un ejemplo de lo que San Pablo definió en el himno a la caridad adaptándolo a la institución maternal: “La madre es paciente, bondadosa, no tiene envidia, no es jactanciosa, no busca lo suyo, todo lo soporta, todo lo espera, todo lo perdona, todo lo sufre, todo…†¡Qué voy a decir de la madre que no hayamos vivido casi todos nosotros! Queramos o no queramos vivimos en un matriarcado emocional. Esto lo he observado a lo largo de toda mi vida. La familia se reúne allá donde esté la madre. La madre acompaña siempre en los momentos difíciles y presume de sus hijos, aunque alguno sea un delincuente o un indeseable. Siempre las culpables han sido las malas compañías. El ser cristianos crea dificultades en la vida, El seguir a Jesús es duro y cuesta a veces. Pero tiene muchas ventajas. Una de ellas me la enseñaron en mi adolescencia los jesuitas que regían aquellas Congregaciones Marianas de la calle Pozos Dulces. Nos enseñaron a amar a la Virgen María. Sobre todo con la frase que nos repetían a menudo “A Jesús por Maríaâ€. Participábamos de la Sabatina, el mes de Mayo, la novena de la Inmaculada, disfrutábamos del Rosario y aprendimos a querer a nuestras madres especialmente. Afirmaron nuestra fe. Aun nos reunimos más de una decena de aquellos “Kostkillas†una vez al mes y nos apoyamos en nuestra tambaleante vida de mayores. Afortunadamente los cristianos disfrutamos de dos madres, las mías ambas en el cielo. La que me parió y la que me acercó a Jesús. Los que tengan a una todavía en la tierra que la cuiden y la disfruten. Que sigan permaneciendo alrededor de esa mamá que les recuerda el abrazo constante en la salud y en la enfermedad, en las subidas y, especialmente en las bajadas. La palabra mamá es la primera que se pronuncia. No nos la tiene que enseñar nadie. En la otra vida… también. Allí también te acoge la Otra. (Una recomendación): Reuníos también alrededor del padre. También tenemos un corazoncito. (Otra observación): Cuando la madre se convierte en abuela… la categoría de su amor se multiplica extraordinariamente. Más artículos de Manuel Montes Cleries