NoticiaEducación Maestras rurales malagueñas de los siglos XX y XXI Publicado: 15/10/2020: 16469 El jueves 15 de octubre se celebra el Día Internacional de las Mujeres Rurales, que instauró la Organización de Naciones Unidas hace 12 años. Su objetivo es reconocer «la función y contribución decisivas de la mujer rural, incluida la mujer indígena, en la promoción del desarrollo agrícola y rural, la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza rural». Y es que, la vida de las mujeres rurales nunca ha sido fácil, como conoce muy bien Silveria González, que a sus 83 años recuerda como si fuera ayer, su primer destino como maestra: «fue en Villalba, cerca de Coín y yo tenía 21 años. Pertenezco a la tercera promoción de maestras rurales que creó el que fuera obispo de Málaga, el cardenal D. Ángel Herrera Oria, cuyo empeño fue que todos los hombres y mujeres de la Diócesis de Málaga aprendieran a leer y a escribir, por muy pobres y alejados que se encontraran de la capital. Era una época en la que más de 300.000 personas vivían en el campo y casi contábamos con 30.000 niños y niñas sin escolarizar. Hasta entonces, solo aprendían a leer y a escribir los hombres con un maestro itinerante, para poder ir al mercado a vender el género cosechado.Pero D. Ángel se empeñó en que las mujeres, además de coser y llevar su casa, tenían que saber leer y escribir; y para ello llegó a crear unas 265 escuelas rurales con cerca de 200 maestras, que enseñaban a los niños por las mañanas, a las mujeres por la tarde y a los hombres, a última hora al llegar del campo». Corría el año 1958 cuando Silveria llegó a su primera capilla escuela tras formarse durante tres años con las Hijas de Jesús en la barriada de Gamarra, y explica que, «en aquella época, las mujeres iban siempre muy tapadas al campo, a por agua o a lavar al río, porque la moda de estar morenas es reciente, había que estar “blanquita y rellenita”. Las mujeres en el campo eran para todos y para todo, encalaban sus casas, cocinaban con leña y un montón de cosas más, que hoy nos parecen impensables, pero de esto hace solo 70 años». Justo al año siguiente de que Silveria comenzara sus clases, en 1950, se inauguró el mítico hotel Pez Espada y Torremolinos vivía su época dorada gracias a los turistas centroeuropeos y escandinavos. «En esta época eran muy pocos los que se acordaban de la gente del campo y D. Ángel siempre los tuvo muy presentes». En ese tiempo, recuerda Silveria «no había Seguridad Social así que pasamos tres veranos haciendo cursos de primeros auxilios para aprender los cuidados básicos, poner inyecciones, curar heridas. Además de enseñar y evangelizar, la labor social de la Iglesia en esas tierras fue enorme. Hasta los papeles de compra venta de terrenos los redactábamos nosotras. También fue obra de D. Ángel la Escuela de Asistentes Sociales en Málaga, ya que durante la Guerra se habían perdido muchísimos documentos, y para que todas las familias pudieran tener sus papeles en regla y así, por ejemplo, poder cobrar las pensiones de viudedad u otras prestaciones, las asistentes sociales venían a los pueblos a elaborar esos documentos. Mi último destino fue de directora del CRA Guadalhorce Sur, Escuelas Rurales Agrupadas compuesto por más de 12 escuelas y allí me jubilé tras 44 años disfrutando de mi profesión». Una maestra rural del siglo XXI En la actualidad, el problema del campo es la despoblación. Según el censo de 2019, en la provincia de Málaga hay casi una decena de municipios que cuentan con menos de 300 habitantes empadronados; entre ellos, se encuentran Parauta, Pujerra, Alpandeire, Faraján, Cartajima, Júzcar y Atajate, pueblos en los que Inmaculada Núñez comenzó a impartir clases de Religión en 2017. Hoy día, continúa impartiendo clases de Religión en Genalguacil, que cuenta con 410 habitantes y Jubrique, con 528, por lo que se muestra encantada cuando le dicen que parece una maestra rural del siglo XXI. De lunes a viernes, explica Inmaculada, «empleo unos 50 minutos desde Cortes de la Frontera, donde vivo, hasta el colegio de Jubrique. Después voy a al Centro Superior de Estudios Teológicos en Málaga capital, que está a casi a dos horas de distancia y, al terminar, vuelvo a Cortes». Y es que, desde que compaginó sus estudios de magisterio con la DECA, título de profesor de Religión Católica, afirma que sintió«una gran inclinación hacia la Teología. En esos momentos tuve un párroco, al que aprecio mucho,y me invitó a estudiarla y así fue como empecé a compatibilizar estos estudios con las oposiciones de Magisterio». En colegio de Genaguacil imparte clase a dos grupos, uno con tres y otro con ocho alumnos, ambas compuestas de niños de diferentes cursos, como es usual en los colegios con un número de estudiantes tan reducido. En Jubrique tiene tres clases, de 13, 11 y 5 alumnos. «Son pueblos donde tenemos mucha gente mayor -continúa Inmaculada- y los jóvenes son escasos porque se van a buscar trabajo. Ahora,por ejemplo, hay mucha gente trabajando en la recolección de la castaña, pero esto dura lo que dura el fruto.Ser maestra de pueblo, para mí, es una vocación; porque no solo transmito a mis alumnos una serie de conocimientos, sino que intento acompañarlos en su crecimiento como personas y sin duda en la fe cristiana. De ahí la importancia de estar coordinada con el sacerdote y esto en los pueblos es muy fácil».