Vida Diocesana

A la luz del otro: palabra de González Ruiz

Publicado: 18/02/2013: 1570

El Instituto Municipal del Libro y la Universidad de Málaga se han aliado para reeditar en un solo volumen dos obras esenciales del teólogo José María González Ruiz, "El cristianismo no es un humanismo" y "La exégesis paulina".

Cualquier novedad respecto al que fuera canónigo de la Catedral de Málaga constituye una magnífica noticia: su muerte en enero de 2005 nos privó de su conversación socrática y su infalible humor erasmista, pero su pensamiento y su lucidez continúan entre nosotros a través de su obra, posiblemente la que más y mejor se ha preocupado de orientar la inspiración del Concilio Vaticano II en el presente.

En un mundo cambiante, hecho a menudo a base de disparidades sociales injustas y en el que la ciencia y las ideas ofrecen cada día nuevos retos a los creyentes, el magisterio de González Ruiz señala a la Iglesia que muchos queremos. Una Iglesia que, como él mismo describió en una histórica carta al entonces cardenal Joseph Ratzinger, no vive de espaldas al mundo ni se construye su “mundillo propio”, sino que vive plenamente en el  mundo, incluso apasionadamente, para ser su luz y ser la sal de la Tierra. 

En "El cristianismo no es un humanismo", publicado originalmente en 1968, González Ruiz responde sin medias tintas a Jean-Paul Sartre. Si el filósofo francés había consagrado la noción de que "el infierno son los otros" como axioma del existencialismo, el teólogo acude por el contrario a la presencia del otro como camino y solución. Se trata de un pulso al siglo XX que sigue, obviamente, la estela del Nuevo Testamento pero que también da la mano a otras luminarias de su tiempo como Albert Camus: ante un mundo partido en dos por el Telón de Acero, fragmentado en posturas ideológicas irreconciliables defendidas mediante la Guerra Fría, en el que el otro representa una amenaza constante, la rebeldía consiste en acercarse al otro, superar las distancias que la historia y la política se han empeñado en aumentar y descubrir, en ese otro, a uno mismo.

Existen dos superaciones fundamentales al respecto, que Sartre no vio o no quiso ver: la primera es la superación del miedo. El siglo XX disfrazó al adversario de demonio sediento de sangre porque quienes estaban dispuestos a hacerse con la victoria sabían que un pueblo temeroso se entrega sin reservas a sus designios. La segunda superación es la que entraña la libertad: si no se tiene miedo, la adscripción a una determinada corriente ideológica no implica que no se sea capaz de revisar la misma de manera crítica para acercar posturas con el contrario. La libertad no es un fin en sí misma, sino un medio para arrimarse al otro. Hoy día, las posiciones ideológicas no están tan arraigadas. Pero el otro sigue siendo un misterio: los movimientos migratorios y los desequilibrios económicos han ocupado con fuerza los dos lados del muro y continuamente la persona que se cruza con nosotros por la calle se manifiesta como alguien ajeno a nuestra manera de vivir y de interpretar la realidad. Al cristiano se le plantea una exigencia clara en esta coyuntura en virtud de la fraternidad (el lema menos reivindicado, curiosamente, de los tres que coronan la República Francesa): Jesucristo invita a recibir al otro como hermano y González Ruiz, siguiendo su ejemplo, invita a cada uno a encontrarse en ese otro. El cristianismo no es un humanismo porque no busca al hombre: lo encuentra. Ésta fue la convicción con la que se conformaron las primeras comunidades cristianas, y es la misma que debe animar a los hombres y mujeres libres capaces de mirar más allá del miedo y de sí mismos.

Autor: diocesismalaga.es


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