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José Manuel López: «El cielo debe de ser un lugar maravilloso»

José Manuel López junto a su madre, Remedios Ruiz
Publicado: 20/05/2020: 15664

En estos tiempos de pandemia, la pérdida de un ser querido es especialmente dolorosa por la imposibilidad de recibir el cariño y el apoyo de los amigos y familiares de forma presencial. José Manuel López nos ofrece su testimonio tras el reciente fallecimiento de su madre, Remedios Ruiz, ambos de la 4ª Comunidad Neocatecumenal de la parroquia de San Patricio

Quisiera compartir con todos mi historia de fe y salvación que es extraordinaria, como debe ser el cielo.

Mi primera experiencia se basa en la muerte de mi padre hace ya muchos años. Yo tan solo tenía 17, y aquello fue un golpe muy fuerte en mi vida, pues se fue un padre bueno. Se nos derrumbó todo. Especialmente a mi madre, que tuvo que tomar las riendas de la casa y de la vida con dos hijos todavía por cuidar y atender; los otros dos, ya estaban casados.

Mi padre, que era creyente, no tardó en hacerse presente desde el cielo para darnos a conocer con quién y dónde estaba; y mi madre pudo encontrar el amor y el consuelo que tanto necesitaba en la Iglesia, y en concreto en una comunidad de hermanos.

Ciertamente, su vida había cambiado en todos los sentidos, y pronto me lo dio a conocer a mí. Ella, junto con mi esposa, me acercaron a Dios. No me podía imaginar que Dios interviniese en mi vida de aquella manera. Hoy puedo decir, con gran alegría, que la herencia de la fe es lo mejor que unos padres pueden dar a sus hijos.

He podido compartir la fe con mi madre durante algunos años dentro de una comunidad, y es un regalo doble, precioso. Hace unos días, mi madre ya partió también hacia ese cielo extraordinario, al encuentro de nuestro Padre misericordioso y junto a su esposo que tanto echaba de menos, pero que estaba ahí intercediendo por nosotros.

La marcha fue dura después de una larga enfermedad, pero con la ayuda de la fe de su comunidad, de su familia, y la intercesión de su marido en el cielo podemos decir con gran alegría y en medio del dolor humano, que está en la vida eterna, disfrutando de ese cielo extraordinario junto a sus seres queridos.

Ella ha combatido el buen combate de la fe a la que fue llamada y sabe con quién y dónde se ha ido. Ha sido un gran testimonio para todos, queriendo mucho a su comunidad, reconociendo que ella era una pecadora al mismo tiempo, pero que se sentía realmente perdonada y eso le ha abierto las puertas del cielo.

Su partida ha sido un milagro para toda la familia reunida con ella y ayudándole, desde la fe, con la oración, a pasar al Padre y también con la ayuda de la Iglesia orante en todo momento. Nunca nos hemos sentido solos a pesar de estos tiempos difíciles de confinamiento, pues el cariño y el amor no depende de las distancias, más bien se lleva en el corazón.

Lo que yo digo no lo hablo por cuenta propia, el Padre que permanece en mí, Él mismo hace las obras (Juan 14, 10). Gracias, mamá, el cielo debe ser extraordinario. Cuida de nosotros desde allí arriba.

Antonio Moreno Ruiz

Periodista y portavoz de la diócesis de Málaga

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