Diario de una adicta (LXVII). Me sale de dentro

Si no hubiera sido por la droga, hoy no estaría escribiendo estas líneas.
Porque ahora sí deseo vivir, me encuentro en otra situación y descubriendo otro mundo diferente y totalmente distinto que me está dando un sentido y significado a mi vida. Ya empiezo a colocar las piezas en mi interior, en mi vida interna que me era absolutamente desconocida: he vuelto a nacer y desde mis adentro, salen de manera espontánea plegarias de alabanza y agradecimiento, especialmente hacia mis padres. No tengo apetencias económicas ni sociales. Me es fácil dedicar mis mejores energías a aprender a conocerme y sobre todo a aprender a amar, a mostrar cariño a los demás y a superar la grave mutilación afectiva que he sufrido. Me siento en armonía cuando me reconozco la capacidad que tengo para pagar la deuda de gratitud hacia los míos. ¡Puedo querer a los demás y reconocer lo que los otros me han dado de bueno! Estoy experimentando cómo el sentimiento de gratitud es especialmente enriquecedor.
Claro que algunas pesadillas surgen con una fuerza y dramatismo que superan a la realidad, y vivo como una película de terror de la que no puedo escapar y en la que participa todo mi ser. Diversas historias pasadas salen, de vez en cuando, a la superficie de mi conciencia, y aunque yo sigo rechazándolas de plano por el miedo a contemplarlas, a veces, casi me recreo en ellas de una manera morbosa: me siento culpable de todo. Hoy ya no intento anularlas, sino que dejo que salgan de la memoria y que se desplieguen en la mente. Las proyecto como en una pantalla, y las analizo y valoro con Carmen, para buscar causas y efectos, y ajustar la realidad objetiva y la experimentada, sin encubrir nada y superando las posibles amnesias terapéuticas. Estoy consiguiendo ver la película con serenidad, y tengo una experiencia de refuerzo interno cuando experimento como, en muchas escenas que fueron trágicas, soy capaz de eliminar la conexión emotiva: la interpretación que realizo aumenta mí confianza y seguridad.
Tengo especial interés en sanear mi pasado, para que no me condicione el futuro, por eso, ahora me enfrento a él, con la razón y la lógica, pero hasta hace poco tiempo no podía acercarme a ellos sin que la angustia se apoderara de mí, ¡qué suerte, que libertad, qué descanso y qué alegría! Soy culpable de muchas cosas pero también inocente de otras. No quiero reprimir esas experiencias, sino sacarlas, sanearlas y asumir mi parte de responsabilidad, pero no para sufrir, sino para saldar esas culpas y dejar espacios libres y cada vez más anchos en mi interior. En fin, el objetivo principal es transformar esos recuerdos traumáticos y enquistados en mi mente, en experiencias con consecuencias terapéuticas que me sirvan en el futuro: aprender de lo sucedido, porque mi vida con la droga ha quedado grabada en los famosos circuitos cerebrales y el trabajo consiste en valorar y modificar la interpretación de lo sucedido desde una posición emocional totalmente diferente, y sacar conclusiones positivas que se conviertan en referencias de futuro.