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Fiesta de los Santos Ciriaco y Paula, patronos de Málaga (Iglesia del Santo Cristo de la Salud-Málaga)

Publicado: 21/06/2020: 10504

Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Misa por la Fiesta de los Santos Ciriaco y Paula, patronos de Málaga

FIESTA DE LOS SANTOS CIRIACO Y PAULA,

PATRONOS DE MÁLAGA

(Iglesia del Santo Cristo de la Salud-Málaga, 21 junio 2020)

 

Lecturas: Jer 20,10-13; Sal 68,8-10.14.17.33-35; Rm 5,12-15; Mt 10,26-33.

Testigos de la fe en la postmodernidad

Vídeo de la Santa Misa emitida por Canal Sur TV.

1.- Hemos escuchado en el Evangelio, queridos hermanos, que Jesús anima a sus discípulos a no tener miedo ante el rechazo, la dura crítica o la persecución a muerte por ser cristianos. El perseguidor o el verdugo solo pueden quitar la vida temporal; podréis pensar que decir “solo me quitan la vida” es muy fuerte. Pero Jesús nos dice: «No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma» (Mt 10,28).

La vida terrena es un don de Dios, que hemos de agradecer y cuidar en todas sus fases: desde antes de nacer hasta el último hálito de muerte natural, no manipulada ni forzada. Con todo, la vida temporal no es lo más importante que Dios nos ha regalado, porque nos ha hecho a semejanza suya y nos ha invitado a participar de su eternidad, de su vida divina, de su amor eterno.

Fundados y esperanzados en la resurrección de Jesucristo, los cristianos anhelamos una tierra y un cielo nuevo (cf. Ap 21,1), donde habita una justicia y una paz que no existen en este mundo. Hay que temer la posibilidad de perder el gozo de la eternidad, como dice Jesús: «Temed al que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna» (Mt 10,28); es decir, vivir eternamente separados del amor de Dios y de la felicidad en el infierno. Jesús nos infunde fortaleza y valor ante el rechazo o la persecución. Esa fortaleza mantuvo a Ciriaco y a Paula, nuestros Patronos, en el testimonio y les permitió superar el martirio.

 

2.- Nosotros basamos nuestra seguridad construyendo fortalezas, poniendo cerraduras y alarmas en las casas; al final somos prisioneros de nosotros mismos. ¿Dónde está enemigo? ¿Fuera o dentro? Lo peor es que el enemigo está dentro de los hogares, porque crece entre las personas el miedo social, la sospecha, la inseguridad; crece la necesidad de defenderse y de buscar cada uno el futuro de su propia vida; a veces a costa del otro, o de medrar pisando al otro para subir.

Tememos a los que matan el cuerpo, pero no nos damos cuenta que llevamos con nosotros a los que matan moralmente el alma, que a veces somos nosotros mismos. El miedo impide la construcción de una sociedad más humana, fraterna y cercana; el miedo destruye la libertad, esclaviza y empobrece. ¡Qué gran lección la de Jesús cuando nos dice que no tengamos miedo! Ni siquiera a quienes matan el cuerpo. Esa lección la han aprendido bien Ciriaco y Paula.

 

3.- La experiencia de la pandemia nos ha enseñado que habíamos descuidado lo esencial de la vida. Mucha gente llevaba en su corazón y en sus hogares la envidia, el orgullo, la valoración superficial de las personas. Dios mira siempre el corazón, mientras que nosotros miramos la apariencia. Se lleva también dentro la mentira, la manipulación del otro. Es triste constatar que los meses de confinamiento han producido más solicitudes de separación y de divorcios que en tiempos normales. La convivencia es difícil; la convivencia obligada ha llevado a poner en crisis muchas relaciones personales, que han acabado rompiéndose. ¿Acaso esto no es una muerte espiritual peor que la muerte temporal?

Algunos piensan que el cristianismo esclaviza. ¡Qué equivocados están! Dicen que esclaviza por que mantiene a raya la propia voluntad y los propios deseos tal vez desordenados, porque buscamos la felicidad por caminos equivocados. El Señor Jesús nos ofrece, en cambio, la verdadera libertad. Cristo no esclaviza a nadie; al contrario, nos hace libres incluso de nuestros deseos, proyectos y pasiones. Él nos hace ver la verdad de nuestra vida. El profeta Jeremías nos invita a cantar a Dios: «Cantad al Señor, alabad al Señor, que libera la vida del pobre de las manos de gente perversa» (Jer 20,13); y que nos libera de nosotros mismos. Cristo, con su resurrección, nos ha hecho realmente libres.

 

4.- En esta fiesta de los santos Ciriaco y Paula, Patronos de nuestra ciudad, contemplemos el desenlace de su vida y aprendamos a vivir con verdad y sin esclavitudes. Ellos fueron plenamente libres al aceptar el amor de Jesucristo, que los salvaba y liberaba de las propias servidumbres. También nuestros Patronos tuvieron miedo de perder la vida, pero lo superaron.

Su vida se desarrolló en lo que se puede llamar la “primera cristiandad”, caracterizada por ser una época martirial en la época romana, donde el poder constituido se imponía en el campo del culto divino. Los cristianos no podían tolerar que la autoridad imperial les obligase a unas formas concretas de religiosidad y les prohibiese otras. Los ciudadanos tenían que adorar a los dioses que el emperador dictaba. Por eso rechazaban el culto público a los dioses romanos y al mismo emperador; y lo hacían hasta la muerte. No temieron perder la vida temporal, porque sabían que encontraban la vida eterna. Incluso se planteaban si los cristianos podían militar en el ejército romano (cf. J. Pérez Adán, La cuarta cristiandad, en “Anales Valentinos. Revista de Filosofía y Teología”. Valencia 2017 [363-478]).

 

5.- Ciriaco y Paula vivieron en esta “primera cristiandad”; y justo unos diez años después de su muerte, el emperador Constantino publicó el Edicto de

Milán, en el año 313, dejando de perseguir a los cristianos y permitiéndoles la ciudadanía. Por pocos no salvaron el pellejo.

Han pasado muchos años desde la época de Ciriaco y Paula y nos encontramos en la que alguien ha llamado “cuarta cristiandad”, caracterizada por el deseo de una independencia por parte del cristianismo, afirmando el valor de la libertad y la separación de poderes. A veces da la impresión de que se desean mezclarlos. El cristianismo necesita la separación de estructuras de poder y la defensa de la autonomía del ser humano. Los poderes temporales no deben meterse en todas las dimensiones de la vida del ciudadano, porque hay campos de su vida que deben ser respetados plenamente.

Se quiere una sociedad plural, donde cada ciudadano pueda elegir, responsable y racionalmente, una efectiva libertad religiosa, amenazada actualmente en muchos países. En esta etapa habría una Iglesia más evangélica, más libre y autónoma, adecuada a los tiempos y más parecida a la de la primera cristiandad (cf. Ibid., 365), en la que vivieron nuestros queridos mártires.

Se desea una Iglesia con mayor libertad de acción pública y no solo privada y con libertad de iniciativa. Una Iglesia que le dejen hacer, para poder asumir su misión propia con responsabilidad.

 

6.- Queridos fieles, los cristianos somos fermento en la masa, sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-15) al decir de nuestro Señor Jesucristo. Nuestro mensaje es de salvación y tenemos una buena nueva que anunciar, que es la resurrección de Jesús y la salvación del mundo.

Vivimos en una sociedad amenazada por poderes nunca antes vistos y por fuerzas con innumerables recursos y gran capacidad de acción. A este mundo se dirige la Iglesia con su mensaje de alegría y de esperanza. Los cristianos somos portadores de un mensaje de esperanza, de libertad y de alegría. A esta sociedad, que podríamos llamar post-moderna debemos dirigirnos los cristianos de hoy, para cumplir nuestra misión y nuestro compromiso bautismal, como lo hicieron en su época los mártires Ciriaco y Paula.

Nuestros Patronos nos animan hoy a dar testimonio de nuestra fe cristiana, aún a riesgo de perder nuestra reputación, nuestra fama, nuestros bienes e incluso nuestra vida. El Señor nos recompensará con creces en la vida eterna.

 

7.- Damos gracias a Dios por nuestros Patronos, Ciriaco y Paula, que dieron testimonio valiente de la fe, del amor y de la esperanza cristiana en la época romana, caracterizada por una persecución cruenta y cruel contra todo lo cristiano, contra quienes no adorasen al emperador o a los dioses que la autoridad ordenaba.

Pedimos a Santa María de la Victoria que nos siga acompañando en el camino de la vida con su maternal intercesión.

Y suplicamos a los Santos Patronos que intercedan por nosotros y nos ayuden a ser testigos valientes del Evangelio en nuestra sociedad post-moderna, que algunos desean convertirla en post-cristiana, pero no lo conseguirán, porque Jesucristo nos dijo: «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20). Amén.

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